domingo, 27 de octubre de 2013

"Ecologismo y transgénicos: una propuesta desde la izquierda" censurado en Mundo Obrero

Me entero por Txema Campillo de que el diario digital Mundo Obrero, del PCE, ha decidido retirar el artículo de Juan Segovia "Ecologismo y transgénicos: una propuesta desde la izquierda", a requerimiento de Raúl Ariza. Un artículo que leí el viernes pasado, día de su publicación, y me pareció imprescindible para todos aquellos que, desde una ideología de izquierdas, se oponen sistemáticamente a la tecnología de la transgénesis sin aplicar el pensamiento crítico y racional, tan necesario en el mundo en que vivimos. De hecho, en cuanto lo vi lo compartí en mis cuentas de Facebook y Twitter.
Un caso descarado de censura, como indica Txema en su más que recomendable blog 1/4 de ambiente, donde reproduce el artículo en cuestión. Me parece una gran idea, así que se la copio y lo pongo aquí para neutralizar, en lo posible, tan lamentable acto contrario a la libertad de expresión; las negritas son mías:

Ecologismo y transgénicos: una propuesta desde la izquierda

Parece haber una guerra abierta del movimiento ecologista en general y de los partidarios de la “agricultura ecológica” en particular contra una tecnología conocida como ingeniería genética, y más concretamente contra los organismos genéticamente modificados, los famosos transgénicos. Los enemigos de esta tecnología sostienen que dichos organismos son potencialmente peligrosos para el medio ambiente y el consumo humano y que su producción lleva al agricultor a perder control sobre sus productos en favor de multinacionales como Monsanto.
En cambio los defensores de los organismos genéticamente modificados (entre los que me encuentro) sostenemos que no hay estudios que demuestren la supuesta peligrosidad de estos organismos (lo que no quita que pueda haber algún estudio concreto de algún organismo concreto, en situaciones experimentales muy concretas). A esta falta de pruebas sobre la peligrosidad se suman las numerosas pruebas en sentido contrario, como la que apuntan que estos organismos pueden contribuir a mejorar el medio ambiente, ya sea gracias a la capacidad de algunos para resistir a las plagas (lo que conlleva un menor uso de pesticidas), la menor necesidad de agua para su producción en otros casos y un largo etcétera de mejoras que hacen que los cultivos sean más resistentes y productivos. A estas ventajas medioambientales se suman también otras para la salud humana. Un buen ejemplo de ello es el arroz dorado, que de ser producido en grandes cantidades podría evitar más de un millón de casos de ceguera al año por déficit de beta-carotenos en Asia, o el trigo sin gluten que recientemente se ha desarrollado en la Universidad de Córdoba.
En cuanto al tema de la dependencia tecnológica de multinacionales, debemos recordar que la agricultura mundial ya dependía de estas mismas multinacionales antes de que existieran los transgénicos y por lo tanto estos no pueden ser nunca la causa de esta dependencia. No se trata de estar en contra de esta tecnología como forma de oponerse a las multinacionales, de la misma forma que nuestra lucha contra los abusos de Microsoft o Apple no nos llevan a estar en contra de la informática sino a apostar por el software libre y gratuito. De la misma forma, en agricultura deberíamos apostar por algo parecido, un sistema público de desarrollo de esta tecnología que permita al agricultor acceder a la misma libremente, reduciendo o eliminando la actual dependencia con las multinacionales. Un camino que ya han iniciado muchos países, como Cuba, donde el estado financia la investigación sobre semillas transgénicas que posteriormente llegarán a los agricultores a precio de semillas corrientes. Gracias a esta tecnología, Cuba ha comenzado a cultivar un maíz resistente a la principal plaga de la isla, reduciendo su dependencia del maíz de importación y por lo tanto mejorando su soberanía alimentaria.
Sin embargo, el análisis básico de los ecologistas sobre el modelo agrícola actual es sustancialmente correcto: El sistema de explotación capitalista de la agricultura es un modelo insostenible desde el punto de vista medioambiental que está generando numerosos problemas como la erosión y pérdida del suelo, la contaminación de ríos y acuíferos por culpa de los abonos nitrogenados inorgánicos y de pesticidas, pasando por la desecación de esos mismos acuíferos, la generación de residuos sólidos, la deforestación de grandes zonas de selva tropical para obtener tierras de labor, etc. A todo esto debemos sumar que el actual modelo agrícola es socialmente injusto por que dificulta la supervivencia a los pequeños agricultores y favorece que a las multinacionales acaparar cada vez mayor parte del pastel; haciendo que los pueblos sean cada vez más dependientes de estas compañías y convirtiendo la alimentación en un producto para especular en lugar de un Derecho Humano con el criminal resultado de que millones de personas mueran de hambre. no por la falta de producción de alimentos sino a causa de esa especulación que tan vilmente enriquece a unos pocos.
Frente a este modelo, la respuesta ha sido la agricultura mal llamada ecológica u orgánica, cuyos heterodoxos planteamientos pueden ir desde posturas más o menos basadas en propuestas racionales que se apoyan en investigaciones científicas serias hasta en las ideas metafísicas de ciertos grupos, amantes de concepciones esotéricas sobre “lo natural” que defienden la vuelta a un supuesto pasado idílico en el que vivíamos en “armonía con la naturaleza”. Si bien de los planteamientos de estos últimos poco se puede sacar de utilidad, lo cierto es que gracias a los primeros tenemos conceptos tan valiosos como el de lucha integrada contra las plagas, la combinación de cultivos para aumentar la resistencia frente a enfermedades, el compostaje, la protección del suelo mediante setos y/o técnicas de laboreo adecuadas y otras propuestas que suponen una valiosa contribución a un futuro modelo de agricultura sostenible que garantice el derecho de la humanidad a una alimentación sana y de calidad. Muchos de los defensores de la tecnología transgénica califican a la agricultura ecológica de anticientífica y a sus partidarios de tecnófobos radicales que rechazan irracionalmente el avance tecnológico. Postura esta última irracional, absurda e insostenible, ya que si bien es cierto que dentro de este movimiento hay mucho new age pasado de peyote; lo cierto es que, como reza el dicho, no todo el monte es orégano y agricultores ecológicos hay de muy diverso pelaje: desde luditas radicales a simples agricultores convencionales que ven una oportunidad de conseguir con la moda de “lo orgánico” mejores mercados y un precio más justo por su producto. No obstante, la mayoría de ellos comparten una preocupación genuina por el medio ambiente y la búsqueda de un modelo agrícola alternativo que sea medioambientalmente sostenible y que garantice la soberanía alimentaria de los pueblos. Algo con lo que desde un planteamiento de izquierdas difícilmente puede estarse en contra.
Desgraciadamente, hoy en día estas técnicas por si solas no pueden competir ni de lejos en producción con las de la agricultura tradicional. El producto ecológico es un producto caro que sólo tiene futuro gracias a un sector de la población que posee dos características muy específicas: un poder adquisitivo suficiente para poder hacer frente al sobreprecio que supone esta forma de explotación y la creencia de que estos productos son mejores para su salud personal o que dicho producto tiene ciertas cualidades organolépticas superiores (el consabido tomate “que sabe a tomate de los de antes”) que le lleva a pagar ese sobreprecio. Así, lo que en principio pretende ser una respuesta contra la agricultura capitalista, acaba siendo integrado en este sistema como (ironías de la vida) un producto de lujo. A esto ha contribuido enormemente el hecho de que para considerar a un producto como “ecológico” no tiene que probar que es ambientalmente sostenible, sino solamente que en su producción no se han utilizado productos químicos de síntesis. Es decir, que unos kiwis producidos en Nueva Zelanda sin productos químicos de síntesis y transportados a Europa por avión obtendrían su sello de orgánicos pese a que la huella ecológica debida a ese transporte por avión sea posiblemente muy superior a la de cualquier producto cultivado en las cercanías del lugar de consumo, sea o no orgánico. De la misma forma, será considerado ecológico un producto abonado con abonos orgánicos, aunque estos sean utilizados excesivamente y contaminen (que también pueden) un cauce de agua próximo.
Debemos entender que la actual agricultura ecológica no es hoy en día una alternativa, sino una parte más del modelo capitalista de explotación agrario, que con el marketing de la defensa de “lo natural” tiene como público objetivo a las clases más pudientes de dicho sistema. Plantear una batalla agricultura ecológica contra convencional carece de sentido pues ambas se encuentran integradas en el modelo de mercado capitalista, cada una dirigida a grupos de consumidores diferentes, uno más generalizado y el otro más especializado y pudiente. Frente a esto debemos plantearnos un modelo de producción agraria diferente que sea realmente sostenible para el planeta, que permita garantizar la soberanía alimentaria de los pueblos y una buena calidad de vida al agricultor, y que al mismo tiempo proporcione alimentos de calidad a un coste asequible para cualquier persona. Un modelo así requiere tener en cuenta una gran cantidad de factores, desde los sociales y económicos relacionadas con los medios de producción y la propiedad de la tierra hasta los relacionados con los métodos de producción, como las técnicas de cultivo para emplear o la selección de plantas adecuadas. En este modelo sostenible los transgénicos son una herramienta agrícola más que contribuyen con semillas más resistentes tanto a enfermedades y plagas como a sequías o heladas. Desde esta perspectiva basada en el concepto de producción integrada sostenible, la soberanía alimentaria de los pueblos y la consideración del derecho a comer como un derecho humano fundamental que debe ser garantizado por los poderes públicos mundiales, los cultivos transgénicos son perfectamente compatibles con los planteamientos ecologistas, pudiendo convertirse en una tecnología extremadamente valiosa en la consecución de esos objetivos.

11 comentarios:

  1. Un ejemplo más de que las religiones y la ciencia no son incompatibles, pero suelen tener roces si no se las lubrica con dosis abundantes de sentido común y honestidad intelectual.

    Para el que no vea relación entre el artículo y mi comentario, quiero precisar que yo incluyo "izquierda" y "ecologismo" en el apartado de religiones.

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  2. Ignacio, dos cosas, la primera que tanto el autor original del artículo al Mundo Obrero como quienes les ayudamos, somos también de izquierdas así que me gustaría que no generalizases. Tanto en IU como en el PCE hay un grupo de personas que estamos por la labor de cambiar el giro magufo que desde hace tiempo están tomando estas organizaciones, este artículo es, era, una herramienta más para hacer que este giro sea posible.

    Una pregunta, ¿por qué caracterizas a la izquierda como religión? Como escéptico científico considero esa afirmación errónea por no decir falaz.

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  3. Cada día aparecen en los medios más artículos orientados a cambiar la opinión negativa generalizada sobre los transgénicos.
    Y ahora basta con culpar a los movimientos ecologistas como impulsores de esa mala imagen, pero sin atender al fondo de la cuestión.

    La cuestión es muy simple:
    La bondad o maldad de los transgénicos, independientemente de qué ideología tenga quien habla sobre ellos.

    Tal como yo lo veo la cosa es así:
    - Los transgénicos son defendidos a ultranza y contra viento y marea por los que obtienen beneficios de ellos, y me refiero a beneficios crematísticos, no a beneficios inmateriales (el medio ambiente, el hambre, los agricultores pobres ....).

    Pues bien, esos defensores de estos productos, que son los que tienen capital y medios para desarrollarlos, han creado plantas que soportan sus pesticidas, no plantas que son más resistentes a las plagas naturales, SINO A SUS PATENTATOS PESTICIDAS.
    Ellos no han desarrollado plantas para que soporten sequías o altas concentraciones de sal o terrenos muy pobres. NO ELLOS HAN PATENTADO SEMILLAS, que defienden con sus abogados y que persiguen a quien las reproduce sin su consentimiento, para lo cual usan hasta vigilancia por satélite para detectar cultivos marcados con sus marcadores.
    Por tanto las plantas transgénicas sirven a un fin: GANAR DINERO
    Y si hay algo que todos sabemos es que las químicas por la pasta lo que sea, alguien ha olvidado los 20.000 muertos de Union Carbide en la India ???.
    Pues aún no han cobrado ni hay nadie en la cárcel, hace de eso más de 30 años.
    Por favor no seamos hipócritas esto no es cosa ni de izquierdas ni de derechas, es cosa disfrazar la verdad, para que no nos demos cuenta de cuales son sus motivaciones e intereses.

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    Respuestas
    1. Los transgénicos son defendidos por quienes consideramos que son, en la mayoría de los casos, mejores que los convencionales (menor uso de pesticidas, mayor resistencia a sequías, aporte extra de nutrientes, eliminación de gluten en trigo...); usted habla de que no hay transgénicos resistentes a exceso de sal, sequías o plagas; falso, y le pongo un ejemplo de esto último: el famoso maíz Bt, por cierto demonizado desde organizaciones multinacionales como Greenpeace.
      Sí, las semillas transgénicas sirven para ganar dinero, lo mismo que las semillas convencionales; eso no las hace malas. Otra cosa es cómo se comporten las multinacionales con sus productos. Por cierto, si no hubiera tanta presión contra ellos, la investigación podría extenderse a organismos públicos (tan atados de manos por la opinión pública, y esta a su vez tan mal informada), con lo que el porcentaje en manos de las multinacionales sería menor, ¿se ha parado a pensarlo?
      Por cierto, lo de Unión Carbide ¿fue cosa de transgénicos? (no lo sabía, infórmeme, se lo ruego). Y desde luego, coincido con usted: la verdad no entiende de derechas ni izquierdas, es la que es, lo diga Agamenón o su porquero. Y lo cierto es que, por lo que sabemos, las plantas transgénicas que hay en el mercado son completamente seguras. Ni un solo dato contrastado indica lo contrario. Le sugiero que se informe. Sin prejuicios.
      Salud.

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    2. Hola Carlos.
      En primer lugar decirte, como bien sabrás, que la tragedia de Bopal, sólo fue fruto de la codicia de las químicas, entonces no existían los transgénicos, pero a quien se le escapa, que el producto es indiferente, lo importante es la ética, (y perdona por lo ácido del comentario), pero las multinacionales carecen de ella en el más amplio sentido (esto podría dar lugar a varios días de discusiones).
      Por otra parte te pego literalmente una parte del artículo
      "Debemos plantearnos un modelo de producción agraria diferente que sea realmente sostenible para el planeta, que permita garantizar la soberanía alimentaria de los pueblos y una buena calidad de vida al agricultor, y que al mismo tiempo proporcione alimentos de calidad a un coste asequible para cualquier persona".
      Creo que queda claro lo que debemos plantearnos y lo que tenemos son como el sol y la luna.
      No entiendo como defiendes a los que justo extienden la política contraria a las que describes como deseable.
      Por otra parte, las semillas se diseñan para soportar los pesticidas que ellos fabrican y en cantidades ingentes, o es que no es así ?.
      Si ya contamina una cierta cantidad de pesticida, ni que decir tiene que diez veces más contamina XXX?.

      En fin, yo no estoy en contra de los transgénicos ni de los avances que la ciencia traerá, sólo estoy en contra de la voracidad de las multinancionales y la defensa de ellas por parte de los ciudadanos de a pie, me parece vergonzosa e indigna y si como es tu caso, que eres un divulgador, deberías plantearte a qué intereses sirves.

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    3. No puedo más que remitirle a mi consejo final: infórmese, porque me da la sensación de que está mal informado.
      Y empieza a estar uno hartito de que le achaquen que sirve a no sé qué intereses, que ya está bien. Se lo diré: me interesa el pensamiento crítico y racional, no los intereses de las multinacionales. ¿Y a usted?

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    4. Y, por favor, explíqueme cuándo he defendido a las multinacionales. He defendido la tecnología de los transgénicos, que es muy distinto. ¿A usted le gusta el chocolate? ¿Sí? Entonces está vendido a Nestlé, no sé si me entiende.

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    5. No sea tonto, usted defiende, inconsciente o no, a las multinacionales. En cuanto al ejemplo del chocolate, hay una diferencia elemental puesto que el que a alguien le guste el chocolate no significa que ande haciendo campaña propagandística, muy diferente a lo suyo.
      Pero no hay que reducir el tópico a una mera treta semántica, sino mal recuerdo el querer introducir ese falaz (pseudo)"pensamiento crítico" es muy dado de ciertas ideológicas de multinacionales de EUA, y de organizaciones que se dicen militantes en defensa de la ciencia y la racionalidad. Pero que explorando de cerca sus puntos, son organizaciones lava cocos del viejo CSICOP, sujetos tipicamente característicos por defender todo lo oficial. son solo la otra cara de la moneda de los alternativistas que defienden, de manera inconsciente o no, los negocios alternativos.

      Curiosos grupos.

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    6. Estimado Magufo:
      Gracias por su consejo inicial, lo primero.
      Y lo último, me abruma usted con su pensamiento crítico tan bien argumentado, en el que salta a la vista que no se deja lavar el coco por las multinacionales de EUA, ni po9r esa malvada organización del CSICOP, tan dada a defender todo lo oficial. Continuaré aprendiendo de usted.

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  4. Primera vez que comento por aquí, pero no que me doy una vuelta. Solo una cosa, desde Argentina.

    "Por otra parte, las semillas se diseñan para soportar los pesticidas que ellos fabrican y en cantidades ingentes, o es que no es así "

    Es una pregunta mal orientada.
    Primero: el gen rr da resistencia a glifosato. Actualmente está libre de patente y lo fabrican tanto maultinacionales, empresas nacionales y estatales (YPF en Argentina).
    Segundo: Hay una ventaja "crematística" en su uso: es muy eficiente en control de malezas antes medianamente controladas (Sorghum halepense y Datura Ferox). Esto redunda en mayor producción por disminución de competencia de las malezas en los cultivos y menor gasto de acondicionamiento (sacar las semillas de D. ferox, de los granos cosechados).
    Tercero: hay muchas ventajas indirectas no "crematísticas" en lo que dije anteriormente: se puede hacer un tipo de labranza que agrede menos al suelo (labanza cero), se evita gastos de combustibles en las labranzas (disminución de CO2), se aumenta la captura de carbono y se deja de usar herbicidas generalmente más tóxicos y menos amables con el medio. De hecho, el control de malezas en soja implicaba como mínimo el uso de dos herbicidas, ahora se utiliza uno. Aumentó el uso de glifosato, pero disminuyó muchísmo el uso de otros.
    Cuarto: nadie obliga al agricultor a utilizar esta tecnología. De hecho casi toda la soja que se siembra en Argentina es rr, pero no sucede lo mismo con el maíz. El agricultor decide de acuerdo a su manejo de rotaciones y cultivos que tecnología usar.
    Quinto: es cierto que casi no se consigue semillas no rr, pero en nada cambia la cosa,pues no hay diferencias de precio entre una y otra. Los agricultores por ley están protegidos de guardar su semilla para resembrar.
    Sexto: la pérdida de una supuesta independencia del agricultor a hacer "su variedad" de semilla nunca existió. Tal cosa es más patente con el maíz que, por su polinización, las semillas guardadas para resiembra son pocos fértiles y rendidoras. Hace más de sesenta años que los agricultores prefieren semillas híbridas y hacen uso de ellas.

    Gracias por dejarme comentar.

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