"No olvides que la ciencia nos proporciona una forma de pensar racional, que modifica nuestro mundo a pasos agigantados y que, además, es bella". Ciencia para Nicolás
miércoles, 29 de diciembre de 2010
El canon, de Natalie Angier
Un viaje alucinante por el mundo de la ciencia. Es lo que lleva como subtítulo El canon, de Natalie Angier, y no le falta razón. Porque está escrito alucinantemente (con perdón) bien; tanto, que al leerlo no pude evitar sentir un poquito de sana envidia, lo confieso.
Angier repasa de un modo accesible y muy entretenido no sólo las principales ramas de la ciencia (desde la física a la astronomía, pasando por la biología molecular y evolutiva) sino que, además, dedica todo un primer capítulo al pensamiento científico. No todos los libros que tratan de explicar la Ciencia, así, en mayúsculas, abarcándola al máximo, tienen el detalle de incluir qué hay detrás de tan magno conjunto de conocimientos. A mí, sin embargo, se me antoja el capítulo más importante; quien comprende la grandeza del método científico dispone de una herramienta fundamental para moverse libremente por el mundo (y en Ciencia para Nicolás, y perdón por el autobombo, lo dejo bien claro). Ahí va un fragmento del primer capítulo de El canon, que la autora ha titulado El pensamiento científico: una experiencia extracorpórea; en él salta a la vista su talentoso estilo:
"Otros proponen que un público sagaz desde el punto de vista científico estaría relativamente protegido contra las supersticiones, las ilusiones, los fuegos fatuos y los fraudes. Se darían cuenta de que las premisas en que se basa la astrología son absurdas, y que el doctor, o la comadrona, o el taxista que nos ayudaron a nacer ejercieron un empuje gravitatorio sobre nosotros en el momento del nacimiento mayor que el que pudieran ejercer el Sol, la Luna o cualquier planeta. Aceptarían que la buenaventura que les sale en la galletita de la suerte del restaurante chino ha sido escrita o por un ordenador o por un nuevo empleado de la fábrica de comida Wonton, de Queens. Calcularían las probabilidades de que les tocase la lotería, verían lo ridículamente bajas que son y decidirían dejar de comprar billetes, con lo cual más de la mitad de los impuestos destinados a educación se vendrían abajo. Este cálculo, sintiéndolo mucho, no es ninguna broma; esto sugiere que si nuestro país fuera presa de repente de una pandemia de pensamiento racional, los políticos tendrían que recurrir a medidas extremas para reemplazar los ingresos procedentes de las loterías y de las máquinas expendedoras de propiedad estatal, incluyendo, horror de los horrores, el aumento de impuestos".
Lo tengo en mi lista de 'libros pendientes', junto al tuyo. A ver si ahora que he reunido algo de dinero me rasco un poco el bolsillo y me pillo alguno de los dos, o incluso los dos ;)
ResponderEliminarUn saludo.
En realidad el Gran Faraón no construyo la Gran Pirámide para que todo el mundo dijera: ¡Qué Gran Faraón! ¡Qué gran pirámide! lo hizo para pegar el Gran Pelotazo.
ResponderEliminarOtro que caerá este año ¡Gracias!
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