Para hacerlo más atractivo, dicho fruto tiene un aroma muy agradable. Tanto, que parece decir cómeme. Sin embargo es extremadamente tóxico. Su ingestión puede causar la muerte de cualquier mamífero, aunque las iguanas terrestres se las comen sin sufrir daños. Elegir como merienda una de estas "manzanas" supone como premio una gastroenteritis con sangrado por ulceraciones esofágicas y gástricas, shock, linfoadenopatía cervical, superinfección bateriana y edema. Al poco de su ingestión se hace muy difícil tragar, hablar y respirar. Pero eso no es todo, ni mucho menos. El árbol entero es venenoso. Atentos a su aspecto por si vais a su área de distribución, Centroamérica e islas del Caribe:
Ahí van sus simpáticas características:
Su savia es irritante y produce fácilmente graves dermatitis. Basta con cobijarse bajo uno de estos asesinos vegetales durante un chaparrón para terminar como si te hubieras dado una ducha de salfumán. También la ropa terminará hecha trizas. Incluso muerto es terrible: el humo que desprende al ser quemado puede producir ceguera si entra en contacto con los ojos.
En definitiva, no se puede tocar ninguna parte de la planta; ni siquiera conviene detenerse a hacer un alto en el camino bajo su sombra, bajo pena de salir escaldado. En muchos lugares advierten de su peligro con señales indicativas o con aspas rojas pintadas en sus troncos. Aunque hay lugares, como la isla de Bonaire, donde no se marcan de ninguna manera.
Así que ante un letrero de "no tocar" junto a un vegetal pregúntate si lo han puesto para proteger a la planta de ti o para protegerte a ti de la planta. Recuerda que los seres del reino vegetal no pueden huir de los peligros, y que se van a defender con las armas con que la evolución les ha dotado.
¿Tiene algo bueno? Desde luego; según leo en este documento de la Universidad de Florida, en Jamaica se ha llegado a usar la goma de la corteza para tratar enfermedades venéreas e hidropesía, y los nativos de la zona lo utilizaban para empapar con sus toxinas las puntas de sus flechas. En Cooking Ideas amplían este dato y nos cuentan que muy posiblemente el conquistador español Juan Ponce de León murió por una de estas flechas envenenadas. Y añaden que además de envenenar el agua de los conquistadores echando trozos de la fruta, sometían a sus prisioneros a la tortura de atarlos a los troncos de la manzanilla para que murieran entre terribles dolores. (Os preguntaréis si esto forma parte de lo bueno de la manzanilla. Evidentemente, a los nativos se lo pareció; otra cosa es lo que opinaron aquellos españoles).
Lo que os decía, que lo de la manzana de Blancanieves es un cuento infantil al lado de este arbolito, quizá el más venenoso del mundo.
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