(Es de 2015 pero en mi caso es una de esas lecturas que han ido quedando olvidadas y, oye, ahora que lo he leído, como me ha encantado, os cuento de qué va).
Lewis Dartnell se pone en el caso hipotético de que una catástrofe ha aniquilado a casi toda la humanidad. Los supervivientes, escasos, no disponen, como es obvio, ni del conocimiento ni de los recursos para conseguir el nivel de desarrollo científico-tecnológico actual, así que les entrega este libro como un apoyo imprescindible para no tener que empezar de cero, desde un nuevo paleolítico.
Por supuesto, tras el desastre se puede aprovechar la información contenida en los libros (internet estaría muerto, claro) que hayan sobrevivido, pero aun así, Dartnell señala:
"La más absurda de las pesadillas sería la de una sociedad postapocalíptica que descubre unos cuantos libros amarillentos y quebradizos, y, creyendo que contienen la sabiduría científica de los antiguos, trata de aplicar la homeopatía para frenar una plaga o la astrología para prever las cosechas".
Así que se pone manos a la obra y, sugiriendo aprovechar aquello de lo que se dispone (como plásticos y metales en las ciudades devastadas) y recomendando olvidar lo que ya no hay (petróleo fácilmente disponible) da algunas pautas para llegar a un desarrollo aceptable en agricultura, vestido, industria química, construcción, medicina, energía, transporte, comunicación, medida del tiempo y localización en la superficie terrestre.
El último capítulo es, a mi entender, el mayor acierto del libro: muestra en unas pinceladas en qué consiste el método científico, el mayor de los inventos de la humanidad.
Y como soy un tiquismiquis que no me puedo callar ante el error (y asumiendo que yo soy un experto en cometerlos, me voy a permitir señalar el que hay en este fragmento en que el autor nos da la receta del barómetro de mercurio, el de Torricelli:
"Dicho barómetro puede construirse utilizando cualquier tubo de vidrio, y la elegancia de tal sistema consiste en que resulta naturalmente independiente del diámetro del tubo empleado (con tal de que este sea constante a lo largo de toda su longitud)".
Pues no, no es imprescindible que el diámetro sea constante en toda la longitud del tubo. La presión del mercurio, que equilibra la atmosférica, depende de la altura que alcanza y en nada influye la forma del tubo, y al principio fundamental de la hidrostática me remito.
En fin, esperemos que no sea necesario aplicar los estupendos consejos de este libro, que no solo hay que abrir en caso de apocalipsis sino que os aconsejo que leáis si queréis saber un montón de cosas básicas sobre el mundo que nos rodea y sobre la historia de los avances científicos y tecnológicos. Una delicia.