lunes, 31 de mayo de 2010

Embotellada: más bacterias que la del grifo


Seguro que más de una vez habéis oído que es necesario beber dos litros de agua al día. En la web de la marca más vendida de España, por no buscar más, se encargan de recordárnoslo. Al pinchar en "para quién", y luego en "adultos", leemos:
"Los expertos en nutrición recomiendan que el aporte diario de líquidos no sea inferior a dos litros (el equivalente a ocho vasos de agua)."Al decir líquidos podemos suponer que cuentan todos los líquidos: leche, zumos, sopas... Pero no, a continuación dejan claro que estos no cuentan:
"Sin embargo, estudios elaborados en nuestro país demuestran que los españoles solo beben 0,9 litros de agua al día".
Mal consejo. Primero, porque no es cierto: nuestro organismo es quien nos indica la cantidad de agua que necesitamos, mediante el mecanismo de la sed. Y esta cantidad varía mucho, dependiendo de muchos factores. Puede llegar a ser necesario beber más de dos litros si se hace ejercicio intenso un día caluroso, pero habitualmente no necesitamos tanto. Y segundo, porque beber más agua de la necesaria puede causar daños en los riñones y en el cerebro, pudiendo llegar a causar la muerte. Más detalles en este artículo de Genciencia.
Sin abandonar la web publicitaria del agua mineral, volved a la página de inicio y pinchad en "vida+ligera". Se abre una página que al parecer solo sirve para las mujeres ("juntas es más fácil"). El título de la página y el eslogan más conocido de la marca ya dan a entender que es un agua que adelgaza. Más aún: el plan "15 días detox con tus asesoras" trata de vendernos que ese agua es capaz de eliminar las toxinas del cuerpo. Veamos.
El agua no adelgaza. El agua no tiene calorías, pero por sí sola no elimina calorías. Si bebes agua y no comes, adelgazas, pero no por lo que bebes, sino por lo que no comes.
Y sí, el agua elimina toxinas. El agua es el componente mayoritario de la orina, una de las vías principales de excreción. Y el origen de esta orina está en cualquier agua ingerida, sea mineral, del grifo, la contenida en un café o la de una cerveza.
Es decir, que debemos beber agua cuando nos apetezca y mientras sea potable y no tenga mal sabor, todas son iguales. Así que el agua del grifo es, en general, una buena opción: es más barata y más ecológica. (Mucho más barata y mucho más ecológica, esto último porque no necesita botellas ni transporte. Ah, y algo que casi nadie sabe: en los restaurantes te tienen que servir agua del grifo, si la pides. No te pueden obligar a pedir de la embotellada).
Por si todo lo anterior no fuera suficiente, un equipo de investigadores del laboratorio C-crest, en Canadá, ha descubierto que el 70 % de las aguas embotelladas en aquel país contienen más bacterias que la del grifo. Tantas, que en algunas marcas la cantidad de bacterias multiplicaba por cien las cifras máximas legalmente permitidas.
Así que ya sabéis: ¡Mucho mejor, del grifo!

sábado, 29 de mayo de 2010

La ciencia es bella se ha unido a ¡Magufos!

Es evidente que uno de los objetivos de este bloguero es patalear contra los fraudes pseudocientíficos que, desgraciadamente, son legión. Así que en cuanto me he enterado de la existencia de la iniciativa ¡Magufos! he decidido formar parte de ella.
¡Magufos! es un planeta/agregador de blogs divulgadores de ciencia y empeñados en dar a conocer los timos que atentan contra la lógica científica y la razón en general, mostrando de paso cómo el pensamiento crítico es una herramienta liberadora que a todas las personas les conviene tener a mano.
El término magufo fue incluido en la Wikipedia pero por su carácter, un tanto ofensivo para aquellos a quienes se les aplica, ha sido borrado y reescrito unas cuantas veces. De una entrada en el blog Magonia rescato la definición, tal y como aparecía en la enciclopedia virtual:

"Magufo es un término utilizado generalmente en listas de correos, foros de Internet y otros ámbitos por personas escépticas de las pseudociencias para referirse informalmente a los promotores de éstas.
Se llama magufos, por ejemplo, a los astrólogos, ufólogos, homeópatas y a los practicantes de pseudociencias en general; también se refiere de esa manera a personas que se atribuyen poderes sobrenaturales como los psíquicos y otros supuestos dotados; de manera semejante el término magufo se hace extensivo a ciertos periodistas especializados en lo esotérico y lo paranormal sin cuestionar si el objeto de su especialización existe realmente más allá del mundo de las creencias.
La palabra es el resultado de una combinación de mago y ufólogo. Fue acuñada en 1997 en la lista de correo Escépticos por Xoan M. Carreira, y pronto ganó aceptación entre la comunidad escéptica de habla hispana.
Es frecuente la confusión entre el magufo y el crédulo. El magufo no cree necesariamente en lo que practica o vende. Un crédulo es quien acepta de forma acrítica las afirmaciones de los magufos y a menudo es cliente de sus servicios, consumidor de sus productos o víctima de sus timos. En ese sentido un magufo puede ser también quien se aprovecha de la credulidad ajena."

viernes, 28 de mayo de 2010

La conspiración lunar ¡vaya timo!


Uno de los últimos títulos de la colección ¡vaya timo! es La conspiración lunar ¡vaya timo!, de Eugenio Manuel Aguilar, el autor del más que recomendable blog Ciencia en el XXI.
A nada que os pongáis a rastrear por internet encontraréis un buen puñado de "pruebas" que demuestran que lo de los viajes tripulados a la Luna fue un montaje urdido por la NASA con la finalidad de, por ejemplo, hacer olvidar a los ciudadanos norteamericanos la guerra de Vietnam. Eugenio recopila nada menos que cincuenta de ellos y contraataca con argumentos "de los buenos" para demostrar que lo de la teoría conspiranoica no es más que una excusa para vender libros y rellenar programas como los de Iker Jiménez, el popular presentador de la nave del misterio, ese programa pseudocientífico de las noches de los domingos.
Libros como este son imprescindibles para que vayáis adquiriendo sentido crítico, tan útil en un mundo en el que los timadores son legión.

jueves, 27 de mayo de 2010

miércoles, 26 de mayo de 2010

Días de témporas

Una vez más, como siempre que se acerca un cambio de estación, cobran protagonismo unos singulares personajes versados en la predicción meteorológica. Se trata, no es difícil de adivinar, de los videntes de las témporas, esos días “mágicos” conectados misteriosamente con el tiempo que va a hacer durante todo un trimestre. Aunque no es el único ni mucho menos, el más famoso de todos ya que le respalda toda una televisión pública (la ETB), es un fraile afincado en el santuario guipuzcoano de Arantzazu, y que responde al nombre de Pello Zabala. Es comprensible que tanta gente confíe en esa tradición (cuánto de bueno y cuántas tonterías se cobijan bajo la sacrosanta tradición) reservada a un puñado de elegidos. ¿Acaso no informan en el mismísimo programa del tiempo de La Vasca (con las imágenes obtenidas por el Meteosat como fondo) las predicciones de tan reputado experto? ¿No es cierto que la gente del campo es capaz de descifrar el tiempo de hoy (según el viento, forma y color de las nubes, comportamiento de algunos animales...) deduciendo así el tiempo de mañana?
Vayamos por partes, que la cosa anda liada. Es cierto que mucha gente del medio rural es capaz de predecir el tiempo local (a muy corto plazo) fijándose no sólo en el viento o en las nubes sino también en detalles aparentemente tan ajenos a la meteorología como la altura a la que vuelan las golondrinas: estos pájaros vuelan donde están los mosquitos, su comida, sensibles a su vez a vientos, presiones y temperaturas. Esta capacidad de deducción a partir de observaciones previas, señores, es ciencia. Popular, pero ciencia.
Por el contrario, las témporas no tienen nada que ver con la ciencia, ya que estas fechas señaladas tienen un origen litúrgico. En la Iglesia Católica y en otras como la Anglicana se trata de los miércoles, viernes y sábado de las semanas posteriores al tercer domingo de Adviento, al primer domingo de Cuaresma, a Pentecostés y a la Exaltación de la Santa Cruz. La tradición viene a decir que según sople el viento durante esos días podremos adivinar el tiempo dominante en cada uno de los tres meses de la estación entrante. Por eso uno no acierta a ver por ningún sitio la lógica oculta tras esa absurda mezcla de isobaras, estado de la mar, nubosidad y fotos de satélite junto con predicciones tan fidedignas como las que podríamos obtener barajando las cartas del tarot o leyendo los posos del fondo de una taza de té.
Claro que, si a pesar de todo la predicción de las témporas funcionara (como aseguran estos adivinos), quien esto firma tendría que morderse la lengua. Pero apuesto a que no voy a tener que hacerlo, y no porque cada vez que en la tele vocean las predicciones del famoso fraile analicen sus aciertos y desaciertos en la recién terminada estación, (nunca lo hacen, por qué será) sino porque -compruébelo- lo de las témporas no funciona, lisa y llanamente. Lo que es de esperar, dado su fundamento. Porque si de verdad funcionara, qué desperdicio en satélites, globos sonda, observatorios, estaciones meteorológicas, análisis estadísticos... Qué vergüenza para la meteorología, que admite que las previsiones que tan laboriosamente pone a nuestra disposición, para cualquier lugar del planeta, nunca alcanzan una fiabilidad absoluta, y que ésta se reduce rápidamente hasta casi desaparecer para el quinto día...
¿Que soy un exagerado? Quizá. Pero, ¿no provocaría un natural escepticismo (o una gran carcajada) que durante la sección de economía del noticiario, pongamos por caso, se nos informara de que Rappel o su colega la bruja Lola nos recomienda invertir en un chiringuito financiero porque Saturno está en Piscis? Pues entonces.
(Este desvarío ha sido publicado en Merindad)

martes, 25 de mayo de 2010

Sorprendentes ilusiones ópticas

En una ocasión anterior os comenté lo manipulable que es nuestra mente, y para ello utilicé un vídeo de Richard Wiseman. El primero también es suyo. El segundo es el vencedor del concurso "La mejor ilusión óptica" del año 2010 (vía ¡Cuánta Ciencia! ). Qué fácil se nos puede engañar, ¿no os parece?











domingo, 23 de mayo de 2010

Adiós a Martin Gardner


Después de un fin de semana desconectado del mundo, que viene muy bien de vez en cuando, me entero del fallecimiento de Martin Gardner.
Filósofo de formación, pasa a la historia como uno de los mejores divulgadores de ciencia de los últimos años. A mí, personalmente, me influyó muchísimo cuando, en mi adolescencia leí su extensa obra "La ciencia, lo bueno, lo malo y lo falso". Fue la primera vez que tomé contacto, de una manera muy bien fundamentada, con la realidad de las pseudociencias. Además divulgó las matemáticas de forma magistral durante muchos años en la sección Juegos Matemáticos de la revista Scientific American (Investigación y Ciencia, en la versión Española) y en libros deliciosos como "Paradojas ¡Ajá!" Como muestra de su pensamiento os dejo esta cita suya:
Cualquier mago les dirá que los científicos son las personas más fáciles de engañar del mundo; en sus laboratorios, el instrumental es exactamente lo que parece. No hay espejos ocultos, ni compartimentos secretos, ni imanes escondidos. El pensamiento de un científico es racional, se basa en toda una vida de experiencia con un mundo racional. Pero los métodos del mago son irracionales y totalmente ajenos a la experiencia del científico.

viernes, 21 de mayo de 2010

Natural

No sé si se había dado cuenta, pero muchas palabras tienen alma. La mayoría, no. “Corcho”, por ejemplo, es una palabra inanimada. Sólo es eso, corcho; no trasciende más allá de lo que quiere decir. Lo mismo pasa con “pescado”, independientemente de si se lo come con más o menos aprecio. Sin embargo “radiación” tiene alma, un alma en grave pecado: uno lo oye y se imagina adquiriendo terroríficas mutaciones (sobre todo si no sabe que toda la vida en la Tierra, incluido usted que me lee, vive de la radiación). Claro que a diferencia de nosotros, las palabras no pecan. Somos nosotros quienes cargamos su aura con un hedor fétido, como a la pérfida “radiación”, o con alegres cascabeles, como al término “natural”.
Porque uno oye el adjetivo “natural” y respira mejor. Si es natural, es bueno. Lo compruebo en Google: Revista Natural, Asturias Natural, hipermercado natural, la cosmética más natural, restaurante vegetariano natural, medicina natural… ¡Gas Natural! Lo natural no puede ser malo (creo que pone esto mismo, o algo parecido, en un estante de productos “naturales” en la farmacia). Y por contraposición, lo artificial es, como mínimo, sospechoso.
Ahora bien, ¿qué es natural? ¿Una revista? ¿Una comunidad autónoma? ¿Un híper? ¿Cosmética? ¿Evitar una fuente de proteínas como la carne y el pescado? ¿La medicina, que no es sino tecnología? (Me voy por la tangente: ¿la “medicina natural” es medicina?) Leche natural: ¿es natural que un mamífero adulto beba la leche de otra especie? ¿Es natural hervirla? Agricultura natural: ¿es natural una tecnología que nos permite cosechar plantas modificadas genéticamente durante milenios? Sí: genéticamente, aunque haya sido de forma inconsciente. Maíz, pongamos por caso. ¿Es natural una planta tan modificada que sin la intervención humana se extinguiría, ya que las semillas no se sueltan de la mazorca? ¿Es natural una planta que sólo ha podido ser relacionada con su versión salvaje, el teosinte, mediante análisis genéticos? ¿Es natural cultivarla en la Zona Media de Navarra si su origen está en otro continente? En fin, ¿es natural leer, escribir, tocar música, bailar, encomendarse a una divinidad, pintar, estudiar, beber agua de un manantial situado a mil kilómetros, ver una película? ¿Qué hay de natural en el aceite de oliva, las infusiones, los plátanos, el pan integral, el vino ecológico, los pimientos del piquillo, los pollos de caserío o las energías renovables? ¿Por qué barnizar de natural artificios inútiles como la ecobola de hacer la colada, la acupuntura o las pulseras magnéticas? Porque natural, para la mayoría, es sinónimo de bueno.
Pues bien, hay cosas que sí son naturales.
Como los parásitos. Nada bueno, créame. Durante la carrera cursé una asignatura, parasitología, centrada en el estudio de los parásitos humanos. Las sesiones de diapositivas eran aterradoras. Las toxinas también son naturales. Como lo natural es luchar por comer y no ser comido, muchísimos seres vivos fabrican estas sustancias con uno u otro propósito. Por eso es natural que cuando alguien se come la seta equivocada las pase canutas, o que si se acerca demasiado a una víbora, termine con una pierna doble que la otra. Las enfermedades terminan de una forma muy natural con millones de personas al año; laborioso sería hacer un listado con las decenas de miles que nos afectan.
Si le apasiona lo natural le comento: natural de verdad es como se vivía en el Paleolítico Inferior, mucho antes de la aparición de cosas tan artificiales como la agricultura, la ganadería o la escritura. Le propongo vivir de forma natural, y le advierto que me voy a pasar. Coma cuando pueda y sin remilgos, todo crudo: insectos, carroña, frutos, caracoles, quizá carne humana. No se aleje demasiado de su grupo; si se pierde, es muy difícil que sobreviva. De cualquier manera, no baje nunca la guardia ante la presencia de posibles depredadores. Mucho cuidado con quebrarse un hueso. Si es mujer, quédese embarazada apenas tras su primera regla, y trate de sobrevivir a un parto que termina en muchos casos con la muerte del bebé. Con suerte vivirá unos treinta y cinco o cuarenta años, casi siempre con parásitos intestinales y cutáneos, y los últimos de ellos con la dentadura en malas condiciones. Cuando llegue su hora puede que le entierren y evite ser almuerzo de buitres, aunque tendremos que hacer la vista gorda ante algo tan artificial como la inhumación. O mejor asumimos que lo natural es que el ser humano modifique e innove, algo a lo que paradójicamente llamamos “artificial”.
(Este desvarío ha sido publicado en Merindad y en El escéptico digital)