Leído en uno de mis exámenes:
Para evitar el contagio del SIDA, hay que tener relaciones sexuales con preservativo.
"No olvides que la ciencia nos proporciona una forma de pensar racional, que modifica nuestro mundo a pasos agigantados y que, además, es bella". Ciencia para Nicolás
viernes, 26 de febrero de 2010
jueves, 25 de febrero de 2010
La isla de las flores
La isla de las flores es un excelente documental dirigido por el brasileño Jorge Furtado en 1989. Sin embargo (y por desgracia) sigue estando de plena actualidad, que diría un periodista. No se dejen engañar por ese comienzo un tanto vintage de documental de biología, o de antropología, que por ahí no van los tiros. Digamos que la entrada de hoy es más bien off-topic, por seguir con los barbarismos. Cuando terminen de verlo, les aseguro que tendrán en el paladar un sabor agridulce. Sólo me queda desearles, entonces, que les aproveche.
martes, 23 de febrero de 2010
El Parlamento Británico, contra la homeopatía
No termino de entender la tolerancia de nuestro sistema de salud con la homeopatía, esa "medicina" alternativa, o complementaria, o como quieran (mal) llamarla, dado que está perfectamente_comprobado que no funciona más allá del efecto placebo. En otros lugares, afortunadamente, parece que los políticos comienzan a dar muestras de sensatez. Este lunes nos sorprendían desde el Reino Unido con la grata_noticia de que desde el parlamento se ha instado al gobierno británico a dejar de financiar la homeopatía, puesto que carece de base científica. En España, donde no se financia, la genial idea de nuestros representantes es, en lugar de desterrarla, regularla dejándola exclusivamente en manos de médicos.
Es increíble que los colegios de médicos consientan e incluso promuevan la práctica de la homeopatía. O en los de farmacéuticos, con una red de farmacias que se supone que son un servicio público y donde no se cortan en ofrecer "medicamentos" homeopáticos en cuanto te despistas. Precisamente hace un tiempo publiqué en El Escéptico Digital una carta abierta a la Organización Farmacéutica Colegial en la que protestaba por la manera en que se ofrecían productos homeopáticos en muchas farmacias. (Si algún bloguero la quiere usar, está a su disposición, siempre que enlace esta entrada). La carta decía así:
Carta abierta a la Organización Farmacéutica Colegial
Estimados señores:
A pesar de la habitual amabilidad con que suelo ser tratado en los despachos de farmacia, hay un pero que llama poderosamente mi atención y que me siento obligado a comunicarles. Cuando acudo con una receta o pido un medicamento por su nombre, quien está al otro lado del mostrador, faltaría más, me lo facilita sin mayor problema. Pero si la petición es más vaga, y confiando en el criterio del profesional pido remedio a, pongamos por caso, un sarpullido o un leve dolor de garganta, en un muy elevado porcentaje de farmacias lo que se me ofrece es un producto homeopático. En tales ocasiones, y con un ligero mosqueo, sin dudarlo un momento lo rechazo y pido algo que funcione. Al fin y al cabo, de algo me tiene que servir haber estudiado el famoso número de Avogadro y lo que ello implica.
De este asunto charlaba el otro día con algunos colegas del trabajo, quienes objetaban mis argumentos con los clásicos “yo la he probado, y claro que la homeopatía funciona”, o “no tengo nada que perder”. En fin, qué les voy a contar que ustedes no sepan. Pero en un momento dado uno de ellos hizo un comentario que me dejó pensativo y que fue el que me ha motivado a escribir estas líneas. Venía a decir que en la farmacia le habían vendido homeopatía para calmar los dolores de su bebé, a la sazón echando los dientes. Y añadía que iba a comprobar si funcionaba, y que si era así repetiría sin dudarlo. Lástima que volverá a pedirlo, pensé, porque un dolor como el de su bebé se calma por sí solo en un par de días, y entonces los padres piensan que el remedio ofrecido ha terminado con el malestar. Porque en ese efecto, conocido como remisión espontánea, y en el efecto placebo, se basa el montaje homeopático. En nada más.
Señores farmacéuticos: ustedes lo saben. Ustedes saben que los productos homeopáticos no funcionan; ustedes saben que jamás ha podido demostrarse que lo hagan más allá del efecto placebo, porque su fundamento de extrema dilución conduce a que no tengan absolutamente nada de principio activo; ustedes saben que las sustancias que se diluyen hasta desaparecer ni siquiera tienen relación con lo que supuestamente curan; ustedes saben que los productos homeopáticos no son otra cosa que agua o azúcar, dependiendo de la presentación; ustedes conocen leyes científicas perfectamente probadas, y no precisamente recientes, que contradicen los supuestos en los que se basa la homeopatía; ustedes han tenido noticia del número del 27 de agosto de este mismo año de la prestigiosa revista médica Lancet, con su demoledor ataque a la homeopatía; ustedes tienen un bagaje científico con el que deberían estar luchando contra la ignorancia y la superstición de parte de la sociedad.
Señores farmacéuticos: ustedes han elaborado un plan para la detección y erradicación de los productos milagro, aquellos que presentan una serie de elementos en común, como que tras ellos haya “una empresa que pretende enriquecerse engañando al consumidor”, aquellos que, a decir de ustedes “no son medicamentos, se basan en el efecto placebo, en propiedades que no han sido demostradas científicamente, que por su composición es imposible que tengan los efectos que prometen...” ¿sigo?
Los productos homeopáticos son –no lo entiendo- legales, y ustedes van a seguir dispensándolos en los despachos de farmacia. Pero permítanme que les pida que se los proporcionen sólo a quien expresamente así se lo demande (sería pedirles demasiado, supongo, que en estos casos señalaran el error en que incurre el paciente); que no lo ofrezcan a quienes, confiando en sus conocimientos y en su labor de servicio público, lleguen pidiendo remedio a sus dolencias; pero sobre todo, en nombre de la ética, jamás lo recomienden para un niño que llora, por leve y transitoria que sea su afección. A él, un medicamento.
Atentamente.
Es increíble que los colegios de médicos consientan e incluso promuevan la práctica de la homeopatía. O en los de farmacéuticos, con una red de farmacias que se supone que son un servicio público y donde no se cortan en ofrecer "medicamentos" homeopáticos en cuanto te despistas. Precisamente hace un tiempo publiqué en El Escéptico Digital una carta abierta a la Organización Farmacéutica Colegial en la que protestaba por la manera en que se ofrecían productos homeopáticos en muchas farmacias. (Si algún bloguero la quiere usar, está a su disposición, siempre que enlace esta entrada). La carta decía así:
Carta abierta a la Organización Farmacéutica Colegial
Estimados señores:
A pesar de la habitual amabilidad con que suelo ser tratado en los despachos de farmacia, hay un pero que llama poderosamente mi atención y que me siento obligado a comunicarles. Cuando acudo con una receta o pido un medicamento por su nombre, quien está al otro lado del mostrador, faltaría más, me lo facilita sin mayor problema. Pero si la petición es más vaga, y confiando en el criterio del profesional pido remedio a, pongamos por caso, un sarpullido o un leve dolor de garganta, en un muy elevado porcentaje de farmacias lo que se me ofrece es un producto homeopático. En tales ocasiones, y con un ligero mosqueo, sin dudarlo un momento lo rechazo y pido algo que funcione. Al fin y al cabo, de algo me tiene que servir haber estudiado el famoso número de Avogadro y lo que ello implica.
De este asunto charlaba el otro día con algunos colegas del trabajo, quienes objetaban mis argumentos con los clásicos “yo la he probado, y claro que la homeopatía funciona”, o “no tengo nada que perder”. En fin, qué les voy a contar que ustedes no sepan. Pero en un momento dado uno de ellos hizo un comentario que me dejó pensativo y que fue el que me ha motivado a escribir estas líneas. Venía a decir que en la farmacia le habían vendido homeopatía para calmar los dolores de su bebé, a la sazón echando los dientes. Y añadía que iba a comprobar si funcionaba, y que si era así repetiría sin dudarlo. Lástima que volverá a pedirlo, pensé, porque un dolor como el de su bebé se calma por sí solo en un par de días, y entonces los padres piensan que el remedio ofrecido ha terminado con el malestar. Porque en ese efecto, conocido como remisión espontánea, y en el efecto placebo, se basa el montaje homeopático. En nada más.
Señores farmacéuticos: ustedes lo saben. Ustedes saben que los productos homeopáticos no funcionan; ustedes saben que jamás ha podido demostrarse que lo hagan más allá del efecto placebo, porque su fundamento de extrema dilución conduce a que no tengan absolutamente nada de principio activo; ustedes saben que las sustancias que se diluyen hasta desaparecer ni siquiera tienen relación con lo que supuestamente curan; ustedes saben que los productos homeopáticos no son otra cosa que agua o azúcar, dependiendo de la presentación; ustedes conocen leyes científicas perfectamente probadas, y no precisamente recientes, que contradicen los supuestos en los que se basa la homeopatía; ustedes han tenido noticia del número del 27 de agosto de este mismo año de la prestigiosa revista médica Lancet, con su demoledor ataque a la homeopatía; ustedes tienen un bagaje científico con el que deberían estar luchando contra la ignorancia y la superstición de parte de la sociedad.
Señores farmacéuticos: ustedes han elaborado un plan para la detección y erradicación de los productos milagro, aquellos que presentan una serie de elementos en común, como que tras ellos haya “una empresa que pretende enriquecerse engañando al consumidor”, aquellos que, a decir de ustedes “no son medicamentos, se basan en el efecto placebo, en propiedades que no han sido demostradas científicamente, que por su composición es imposible que tengan los efectos que prometen...” ¿sigo?
Los productos homeopáticos son –no lo entiendo- legales, y ustedes van a seguir dispensándolos en los despachos de farmacia. Pero permítanme que les pida que se los proporcionen sólo a quien expresamente así se lo demande (sería pedirles demasiado, supongo, que en estos casos señalaran el error en que incurre el paciente); que no lo ofrezcan a quienes, confiando en sus conocimientos y en su labor de servicio público, lleguen pidiendo remedio a sus dolencias; pero sobre todo, en nombre de la ética, jamás lo recomienden para un niño que llora, por leve y transitoria que sea su afección. A él, un medicamento.
Atentamente.
lunes, 22 de febrero de 2010
La conducta sexual de Doña Bonellia
La dama de la imagen es un ejemplar (hembra, de ahí lo de dama) de Bonellia viridis, un pariente cercano de la conocida lombriz de tierra. La zona globosa mide unos diez cm, y la trompa, bifurcada, hasta un metro.
Bonellia es un gusano equiúrido frecuente en el mar Mediterráneo con una sexualidad un tanto peculiar. Al nacer, las larvas son sexualmente indiferenciadas, o lo que es lo mismo, aún no "han decidido" si de mayores quieren ser machos o hembras. Si se fijan en cualquier sitio que no sea una hembra, comienzan a crecer y se transforman en hembras, como la de la imagen. Ahora bien, si la larva se topa con una hembra se transforma en macho. Los machos no crecen (miden unos dos mm), no desarrollan tubo digestivo y viven sobre o dentro de la hembra (en su esófago o en su sistema excretor), parasitándola. Toda la vida de los machos consiste en alimentarse de y fecundar a la enorme hembra. Si nos da por no respetar la intimidad de tan hermosos animalitos y separamos larvas que lleven pocos días adheridas a las hembras obtendremos individuos intersexuados, es decir, con características intermedias entre las de macho y hembra, aunque estériles. Y aún hay quien dice que la sexualidad humana es complicada. (Imagen: Océane_Plongée).
domingo, 21 de febrero de 2010
Quien no se consuela...
Leído en uno de mis exámenes:
-Cita, si conoces, un efecto beneficioso del consumo de tabaco.
- Un efecto positivo es que se reducen las posibilidades de Alzheimer porque te mueres más joven.
-Cita, si conoces, un efecto beneficioso del consumo de tabaco.
- Un efecto positivo es que se reducen las posibilidades de Alzheimer porque te mueres más joven.
viernes, 19 de febrero de 2010
Abróchense el cinturón
La energía cinética, es decir, la asociada a la velocidad, está en relación directa con la masa y con el cuadrado de la velocidad. Esto significa que si se duplica la velocidad del vehículo en el que viajamos, su energía cinética se multiplica por cuatro, y que si triplicamos la velocidad, se multiplica por nueve. Quien se pone al volante debería tener presente que, en caso de accidente, la violencia del impacto es el resultado de la brutal liberación de la energía cinética que poseía el vehículo. Todos sabemos que la correcta utilización de los cinturones de seguridad reduce el riesgo de muerte y de lesiones graves, pero no está de más recordarlo con este estupendo vídeo.
jueves, 18 de febrero de 2010
El extraño caso del muelle que no estaba
Leído en (más de) uno de mis exámenes:
- De un muelle colgamos una masa de... (continúa la pregunta)
Calcula su longitud inicial.
- La longitud inicial del muelle es 0.
- De un muelle colgamos una masa de... (continúa la pregunta)
Calcula su longitud inicial.
- La longitud inicial del muelle es 0.
miércoles, 17 de febrero de 2010
Mimas
Mimas es uno de los innumerables satélites de Saturno, con un diámetro de casi 400 km y un enorme cráter causado posiblemente por el impacto de un cometa. La distancia entre este pequeño astro y el Sol es de casi 1.500 millones de kilómetros, lo que hace que la iluminación que recibe de nuestra estrella sea el 1 % de la que recibimos en nuestro planeta. El pasado día 13 una cámara de la nave Cassini obtuvo esta hermosa fotografía cuando estaba a unos 70.000 km. La imagen fue tomada en el rango del verde y tiene una resolución de 418 metros por píxel.
La misión Cassini_Huygens es un proyecto cuyo objetivo es estudiar Saturno y sus satélites, y se puso en marcha el 15 de octubre de 1997 con el despegue de la nave desde las instalaciones de Cabo Cañaveral. Desde el 1 de julio de 2004 está orbitando, como una más de sus lunas, al gigante de los anillos. Conseguir una imagen como esta y recibirla en la Tierra es, sin ningún género de dudas, una proeza de la tecnología. (Vía Microsiervos) (Imagen: Ciclops)
La misión Cassini_Huygens es un proyecto cuyo objetivo es estudiar Saturno y sus satélites, y se puso en marcha el 15 de octubre de 1997 con el despegue de la nave desde las instalaciones de Cabo Cañaveral. Desde el 1 de julio de 2004 está orbitando, como una más de sus lunas, al gigante de los anillos. Conseguir una imagen como esta y recibirla en la Tierra es, sin ningún género de dudas, una proeza de la tecnología. (Vía Microsiervos) (Imagen: Ciclops)
martes, 16 de febrero de 2010
Esto no es un radiador
Uno de los cuadros más conocidos del surrealista René Magritte lleva por título el paradójico "Ceci n'est pas une pipe" (Esto no es una pipa): en él, una pipa de fumar. No pretendo emular al pintor belga, y mucho menos con una foto tan poco artística. Además, solo él pudo ser original, ¿no?
Decía que este radiador no es un radiador, a pesar de su nombre, y sin embargo lo es, pero poco. Me explicaré. Todos los cuerpos cuya temperatura sea mayor que el cero absoluto, es decir, todos los cuerpos del universo, emiten radiación electromagnética en frecuencias de infrarrojo. Las personas, por ejemplo. Esta emisión infrarroja es la que "ven" las cámaras de visión nocturna. Cuando la calefacción está en marcha, un radiador emite más radiación de infrarrojo que una persona, pues su temperatura es mayor: en torno a 50 ºC.
Un radiador irradia muy poco, porque su temperatura es relativamente baja. Cosa distinta es el fuego de una chimenea, generado por una leña que arde a entre 300 y 400 ºC. En este caso, prácticamente todo el calor que aporta es por radiación. Sin embargo, es más eficiente la calefacción por radiadores de agua caliente, a pesar de que su temperatura es mucho menor (todos sabemos que la chimenea calienta mucho si estás cerca, y solo la parte del cuerpo que está frente a ella; si estás mirando la llama, el culo se queda helado). ¿Por qué el fuego de la chimenea es menos eficiente que el radiador de agua caliente?
La palabra clave que nos permite explicar la diferencia entre radiadores y chimeneas es convección, el fenómeno en el que el aire caliente que sale del radiador asciende y circula repartiendo el calor por toda la habitación. Por eso los radiadores se instalan bajos (molestarían menos colgados del techo), y con láminas para aumentar la superficie de intercambio térmico y permitir que el aire circule por su interior. Si pretendiéramos que el fuego de la chimenea calentara por convección, deberíamos taponar la salida del humo, que junto a este se lleva el aire caliente, pero esa no sería una buena idea.
El calor que aporta un radiador por radiación es muy pequeño: si no hubiera aire en la habitación no calentaría por convección un aire inexistente, y la habitación no se calentaría. Aquí es donde yo quería llegar: el artefacto de la imagen no es un radiador. Es un convector.
Decía que este radiador no es un radiador, a pesar de su nombre, y sin embargo lo es, pero poco. Me explicaré. Todos los cuerpos cuya temperatura sea mayor que el cero absoluto, es decir, todos los cuerpos del universo, emiten radiación electromagnética en frecuencias de infrarrojo. Las personas, por ejemplo. Esta emisión infrarroja es la que "ven" las cámaras de visión nocturna. Cuando la calefacción está en marcha, un radiador emite más radiación de infrarrojo que una persona, pues su temperatura es mayor: en torno a 50 ºC.
Un radiador irradia muy poco, porque su temperatura es relativamente baja. Cosa distinta es el fuego de una chimenea, generado por una leña que arde a entre 300 y 400 ºC. En este caso, prácticamente todo el calor que aporta es por radiación. Sin embargo, es más eficiente la calefacción por radiadores de agua caliente, a pesar de que su temperatura es mucho menor (todos sabemos que la chimenea calienta mucho si estás cerca, y solo la parte del cuerpo que está frente a ella; si estás mirando la llama, el culo se queda helado). ¿Por qué el fuego de la chimenea es menos eficiente que el radiador de agua caliente?
La palabra clave que nos permite explicar la diferencia entre radiadores y chimeneas es convección, el fenómeno en el que el aire caliente que sale del radiador asciende y circula repartiendo el calor por toda la habitación. Por eso los radiadores se instalan bajos (molestarían menos colgados del techo), y con láminas para aumentar la superficie de intercambio térmico y permitir que el aire circule por su interior. Si pretendiéramos que el fuego de la chimenea calentara por convección, deberíamos taponar la salida del humo, que junto a este se lleva el aire caliente, pero esa no sería una buena idea.
El calor que aporta un radiador por radiación es muy pequeño: si no hubiera aire en la habitación no calentaría por convección un aire inexistente, y la habitación no se calentaría. Aquí es donde yo quería llegar: el artefacto de la imagen no es un radiador. Es un convector.
lunes, 15 de febrero de 2010
Los científicos, enfrentados
En muchos temas polémicos relacionados con cuestiones científico-tecnológicas (transgénicos, antenas de telefonía, residuos nucleares...) la mayoría de la gente cree que los científicos no se ponen de acuerdo, que no hay consenso. Desde los medios de comunicación, tan relativistas y políticamente correctos, nos llega la sensación de que, ante cuestiones como estas, los científicos se reparten en dos bandos, más o menos mitad y mitad. Eso, en el mejor de los casos. Porque algunas veces dan a entender que hay un bando mayoritario cuando en realidad ese bando es apenas un grupúsculo.
Todo esto viene a cuento porque he leído un interesante documento que habla precisamente de eso, del consenso científico. Se analiza la postura de los científicos estadounidenses ante la afirmación "El cambio climático es de origen humano". Aquí estan los datos, puros y duros:
De los 12.944.000 científicos (cuentan todos los licenciados en carreras científicas) estadounidenses, 31.486 han firmado el Global Warming Petition Project, proyecto cuyo objetivo es pedir a su gobierno que rechace la afirmación de que el calentamiento global está causado por la actividad humana. Cierto es que puede haber más gente de acuerdo con ellos sin que se haya adherido, pero los firmantes suponen solo el 0,24% del total.
Cuando se fijan en los científicos que publican artículos en revistas científicas (es decir, los investigadores), el 11% están en desacuerdo con la relación entre la actividad humana y el cambio climático. Aunque ese 11% es una cifra alta, el resto suma el 89%. Ahora bien, cuando se centran en los investigadores cuya actividad científica está directamente relacionada con el clima, entonces el consenso es casi total: el porcentaje de negacionistas se queda en sólo el 1%.
El cambio climático está en el centro de una de las principales controversias "mediáticas" relacionadas con la ciencia, y el hecho de que políticos de renombre, como José María Aznar, aireen su opinión la hace aún más mediática. Como decía, hay otras cuestiones de índole científica tan polémicas que llegan a enfrentar a los ciudadanos. Sin embargo, al igual que sucede con el cambio climático, los científicos, especialmente los especialistas en cada uno de los temas, no están en absoluto enfrentados. Entre ellos, el consenso es prácticamente absoluto.
Todo esto viene a cuento porque he leído un interesante documento que habla precisamente de eso, del consenso científico. Se analiza la postura de los científicos estadounidenses ante la afirmación "El cambio climático es de origen humano". Aquí estan los datos, puros y duros:
De los 12.944.000 científicos (cuentan todos los licenciados en carreras científicas) estadounidenses, 31.486 han firmado el Global Warming Petition Project, proyecto cuyo objetivo es pedir a su gobierno que rechace la afirmación de que el calentamiento global está causado por la actividad humana. Cierto es que puede haber más gente de acuerdo con ellos sin que se haya adherido, pero los firmantes suponen solo el 0,24% del total.
Cuando se fijan en los científicos que publican artículos en revistas científicas (es decir, los investigadores), el 11% están en desacuerdo con la relación entre la actividad humana y el cambio climático. Aunque ese 11% es una cifra alta, el resto suma el 89%. Ahora bien, cuando se centran en los investigadores cuya actividad científica está directamente relacionada con el clima, entonces el consenso es casi total: el porcentaje de negacionistas se queda en sólo el 1%.
El cambio climático está en el centro de una de las principales controversias "mediáticas" relacionadas con la ciencia, y el hecho de que políticos de renombre, como José María Aznar, aireen su opinión la hace aún más mediática. Como decía, hay otras cuestiones de índole científica tan polémicas que llegan a enfrentar a los ciudadanos. Sin embargo, al igual que sucede con el cambio climático, los científicos, especialmente los especialistas en cada uno de los temas, no están en absoluto enfrentados. Entre ellos, el consenso es prácticamente absoluto.
viernes, 12 de febrero de 2010
El monólogo de la astrología
Comentaba no hace mucho Eugenio_Manuel que es una magnífica idea recordar este genial monólogo sobre la astrología. Le hago caso y pongo mi granito de arena dándoselo a conocer a todos ustedes. La monologuista es Inés Rodriguez Hidalgo, directora del Museo_de_la_Ciencia_de_Valladolid. Les recomiendo que permanezcan antentos al vídeo hasta el final. Lo van a disfrutar.
jueves, 11 de febrero de 2010
Astrología en mi aula
Hoy la tutoría de tercero de la ESO ha ido sobre astrología. La cosa ha sido tal que así:
En primer lugar, los tutores (Isabel y yo, cada uno con los suyos) les hemos dicho que teníamos impresas sus cartas_astrales personalizadas, enviadas por un gabinete astrológico vía Internet. (Existen muchos sitios donde te envían tu carta astral completamente gratis, pero no voy a ser yo quien los enlace). Les hemos convencido de que se trataba de un experimento que nos iba a permitir valorar si la astrología acierta o no con las cualidades de las personas según su nacimiento, y tras eso les hemos pedido que leyeran cada uno su carta astral y que al final la valoraran de 0 a 10. Eso sí, se les ha advertido previamente de que debían despojarse de cualquier prejuicio, tanto favorable como desfavorable con la astrología. Debían limitarse a valorar lo acertado de la carta respecto de su persona.
Los resultados han sido los siguientes: en mi clase, como promedio un 6 (21 alumnos), en la de Isabel un 7 (22 alumnos). No es el primer año que se hace esta tutoría en el curso de tercero, y en otras ocasiones los resultados han sido incluso mejores, entre un 7 y un 8,
Tras recoger los resultados, los tutores hemos sacado nuestra propia carta astral, y hemos comenzado a leerla en voz alta. Es entonces cuando ha comenzado el alboroto, cuando se han dado cuenta de que la carta astral, la de todos, era la misma. A quien le interese, la puede descargar desde aquí.
El truco de las cartas astrales es múltiple. Por un lado utiliza generalidades aplicables a cualquiera (eres sensible al sufrimiento, puedes ser propenso a accidentes, cuida tu salud que puede darte sustos en el futuro). Por otro juega con ambigüedades, diciendo una cosa y a la vez la contraria (sueles seguir la moda que te marcan desde fuera, tienes una cierta componente de oveja. En el resto, sigues exclusivamente tu capricho sin pensar en otra cosa). Finalmente, una carta astral que se precie no se olvida de las zalamerías (eres una persona rápida, dinámica y entusiasta; eres de naturaleza optimista, observadora, y flexible). ¿Lo pillan? Para redondearlo, hemos leído los horóscopos del periódico que había en clase, lo que ha terminado de convencerles de las malas artes de los adivinos. Para otra ocasión, un sistema de adivinación mucho más espectacular: la lectura en frío. Para la clase, y para el blog.
En primer lugar, los tutores (Isabel y yo, cada uno con los suyos) les hemos dicho que teníamos impresas sus cartas_astrales personalizadas, enviadas por un gabinete astrológico vía Internet. (Existen muchos sitios donde te envían tu carta astral completamente gratis, pero no voy a ser yo quien los enlace). Les hemos convencido de que se trataba de un experimento que nos iba a permitir valorar si la astrología acierta o no con las cualidades de las personas según su nacimiento, y tras eso les hemos pedido que leyeran cada uno su carta astral y que al final la valoraran de 0 a 10. Eso sí, se les ha advertido previamente de que debían despojarse de cualquier prejuicio, tanto favorable como desfavorable con la astrología. Debían limitarse a valorar lo acertado de la carta respecto de su persona.
Los resultados han sido los siguientes: en mi clase, como promedio un 6 (21 alumnos), en la de Isabel un 7 (22 alumnos). No es el primer año que se hace esta tutoría en el curso de tercero, y en otras ocasiones los resultados han sido incluso mejores, entre un 7 y un 8,
Tras recoger los resultados, los tutores hemos sacado nuestra propia carta astral, y hemos comenzado a leerla en voz alta. Es entonces cuando ha comenzado el alboroto, cuando se han dado cuenta de que la carta astral, la de todos, era la misma. A quien le interese, la puede descargar desde aquí.
El truco de las cartas astrales es múltiple. Por un lado utiliza generalidades aplicables a cualquiera (eres sensible al sufrimiento, puedes ser propenso a accidentes, cuida tu salud que puede darte sustos en el futuro). Por otro juega con ambigüedades, diciendo una cosa y a la vez la contraria (sueles seguir la moda que te marcan desde fuera, tienes una cierta componente de oveja. En el resto, sigues exclusivamente tu capricho sin pensar en otra cosa). Finalmente, una carta astral que se precie no se olvida de las zalamerías (eres una persona rápida, dinámica y entusiasta; eres de naturaleza optimista, observadora, y flexible). ¿Lo pillan? Para redondearlo, hemos leído los horóscopos del periódico que había en clase, lo que ha terminado de convencerles de las malas artes de los adivinos. Para otra ocasión, un sistema de adivinación mucho más espectacular: la lectura en frío. Para la clase, y para el blog.
martes, 9 de febrero de 2010
Levitación
Mis alumnos de Fisica de cuarto saben bien que para que un cuerpo permanezca en reposo la resultante de las fuerzas que actúan sobre él debe ser cero, ya que en caso contrario se producirá una aceleración (aún lo recordáis, ¿verdad?). Todo parece indicar que el tipo de la imagen es atraído por la gravedad terrestre de forma considerable. Vamos, que pesa mucho. ¿Cómo es posible que no caiga en vertical? ¿Cómo consigue levitar? ¿Acaso tiene algún tipo de poder paranormal?
Observe el bastón que se ve junto al mago. Parece algo casual pero puede que le llame la atención el hecho de esar apoyado verticalmente en su pierna. Yo diría que demasiado vertical. Por otro lado, ¿no es sospechoso que alguien que es capaz de levitar necesite un bastón? ¿Qué me dice de la alfombra? ¿Es su función amortiguar una posible caída o se trata de un elemento meramente ornamental? Y para terminar con las preguntas, que ya está bien, ¿sabía usted que estos magos no permiten que se les vea antes de comenzar a levitar? Evidentemente, hay truco. Este vídeo lo desvela:
Como hemos visto, el "levitador" está cómodamente sentado y en un equilibrio muy estable, gracias a la amplia base del andamiaje. Este magnífico truco de ilusionismo lo han practicado (y siguen haciéndolo) desde hace siglos los yoguis indios, capaces de mantenerse largo tiempo en "levitación". Ellos siempre han dicho que gracias a su capacidad de acceder a profundos niveles de meditación, pero yo creo que el límite lo pone, más bien, la capacidad de aguante de la vejiga. (Foto vía blogdemagia).
lunes, 8 de febrero de 2010
¿Congénito, genético o hereditario?
Tres palabras que se utilizan muy frecuentemente para referirse a trastornos o a enfermedades. Parecen querer decir más o menos lo mismo, pero en realidad sus significados son bien diferentes.
Congénito hace referencia a que se manifiesta desde el nacimiento. A finales de los años 50 y principos de los 60 del siglo pasado se recetó talidomida a muchas mujeres embarazadas para reducir las típicas náuseas del primer trimestre. Durante aquellos años miles de bebés de todo el mundo cuyas madres habían tomado talidomida nacieron con focomelia, una anomalía congénita que se manifiesta en unas extremidades muy reducidas e incluso inexistentes. Un terrible trastorno que en este caso no es ni genético, ni hereditario.
Una enfermedad genética es aquella causada por una alteración en algún gen, pero no necesariamente tiene que ser hereditaria. Cuando se altera una molécula de ADN en una célula cualquiera esta puede comenzar a dividirse de forma incontrolada dando lugar a un tumor. En este caso, la enfermedad, aun de origen genético, es adquirida.
Finalmente, una enfermedad es hereditaria cuando es causada por un alelo heredado de uno o de los dos progenitores. La distrofia_muscular_de_Duchenne es una enfermedad muy grave causada por un alelo recesivo en el cromosoma_X, por lo que afecta casi exclusivamente a varones. Pero no se manifiesta en el nacimiento, sino que los primeros síntomas suelen aparecer en torno a los tres años. Por tanto esta distrofia no es congénita aunque sí hereditaria y por ello, necesariamente genética.
Congénito hace referencia a que se manifiesta desde el nacimiento. A finales de los años 50 y principos de los 60 del siglo pasado se recetó talidomida a muchas mujeres embarazadas para reducir las típicas náuseas del primer trimestre. Durante aquellos años miles de bebés de todo el mundo cuyas madres habían tomado talidomida nacieron con focomelia, una anomalía congénita que se manifiesta en unas extremidades muy reducidas e incluso inexistentes. Un terrible trastorno que en este caso no es ni genético, ni hereditario.
Una enfermedad genética es aquella causada por una alteración en algún gen, pero no necesariamente tiene que ser hereditaria. Cuando se altera una molécula de ADN en una célula cualquiera esta puede comenzar a dividirse de forma incontrolada dando lugar a un tumor. En este caso, la enfermedad, aun de origen genético, es adquirida.
Finalmente, una enfermedad es hereditaria cuando es causada por un alelo heredado de uno o de los dos progenitores. La distrofia_muscular_de_Duchenne es una enfermedad muy grave causada por un alelo recesivo en el cromosoma_X, por lo que afecta casi exclusivamente a varones. Pero no se manifiesta en el nacimiento, sino que los primeros síntomas suelen aparecer en torno a los tres años. Por tanto esta distrofia no es congénita aunque sí hereditaria y por ello, necesariamente genética.
De mayor, Blas
Leído en uno de mis exámenes:
-¿Qué es un blastocito?
-Es como se le llama al bebé durante los tres primeros meses.
-¿Qué es un blastocito?
-Es como se le llama al bebé durante los tres primeros meses.
domingo, 7 de febrero de 2010
Apenas un chupito de agua
El genial divulgador científico Carl_Sagan proponía, en su libro Miles de millones, una manera muy sencilla de visualizar números como millón, billón y trillón y de paso ver las enormes diferencias entre ellos. Consistía en indicar el tiempo que costaría contarlos, sin descanso, a razón de una cifra por segundo. Un millón se contaría en apenas doce días, un billón requeriría 32.000 años (un millón de veces más tiempo que para contar el primer millón) y un trillón 32.000 millones de años, es decir que se necesitaría unos 18.000 millones de años más que el tiempo transcurrido desde el Big Bang que hizo nacer el universo.
Dicho esto, me gustaría que se fijara en la fotografía con que adorno la entrada. En el vasito hay 18 ml de agua o, lo que es lo mismo, 18 gramos de agua. Como la masa molecular del agua es 18 u, entonces en ese vasito hay un mol de agua. O lo que es lo mismo, "exactamente" el Número_de_Avogadro de moléculas de agua: ¡seiscientos dos mil trescientos trillones de moléculas! Una cantidad inimaginable para la mente humana, al menos para la mía. Y de rebote, concluimos además que el tamaño de las moléculas y de los átomos que las forman tambén es inconcebiblemente pequeño.
sábado, 6 de febrero de 2010
Evento 10:23, suicidio homeopático masivo.
El pasado 30 de enero, a las 10:23 hora local, tuvo lugar en Londres el Evento 10:23, organizado por La_Sociedad_de_Escépticos_de_Meyerside. El acto era terrorífico: se trataba de un suicidio colectivo, en el que los participantes ingirieron grandes cantidades de "medicamentos" homeopáticos. Así se desarrolló:
Parece que algo falló, pues a fecha de hoy todos ellos siguen vivitos y coleando.
El nombre del evento, lo mismo que la hora elegida, hace referencia al Número_de_Avogadro, la cantidad de moléculas del mol. Según los organizadores del acto, los productos homeopáticos están tan disueltos (en agua o en azúcar) que no queda en ellos ni una molécula de la sustancia original, por lo que no tienen ningún efecto, ni curativo, como afirman los creyentes en la homeopatía, ni tóxico, como han demostrado en público los organizadores de tan curioso evento. En definitiva, una demostración más de que la homeopatía no sirve para nada, salvo para engañar a personas poco informadas.
En el mismo momento se repetía el evento 10:23 en otras ciudades, tanto británicas (Southampton, Oxford, Manchester, Leeds, Edimburgo...) como de otros países. En Madrid fue convocado por el Círculo_Escéptico a las 11:23, en la Puerta del Sol:
Parece que algo falló, pues a fecha de hoy todos ellos siguen vivitos y coleando.
El nombre del evento, lo mismo que la hora elegida, hace referencia al Número_de_Avogadro, la cantidad de moléculas del mol. Según los organizadores del acto, los productos homeopáticos están tan disueltos (en agua o en azúcar) que no queda en ellos ni una molécula de la sustancia original, por lo que no tienen ningún efecto, ni curativo, como afirman los creyentes en la homeopatía, ni tóxico, como han demostrado en público los organizadores de tan curioso evento. En definitiva, una demostración más de que la homeopatía no sirve para nada, salvo para engañar a personas poco informadas.
En el mismo momento se repetía el evento 10:23 en otras ciudades, tanto británicas (Southampton, Oxford, Manchester, Leeds, Edimburgo...) como de otros países. En Madrid fue convocado por el Círculo_Escéptico a las 11:23, en la Puerta del Sol:
Curioso el detalle en que alguien lee la composición del medicamento, que se presenta en comprimidos de un gramo: sacarosa, 0,85 g; lactosa, 0,15 g. Vamos: excipientes 100 %, principio activo 0 %. ¿Curativo? No sé yo... ¿Peligroso? Para el bolsillo y para los intolerantes a la lactosa.
viernes, 5 de febrero de 2010
Demasiado difícil
Quienes nos ganamos los garbanzos como enseñantes de adolescentes asumimos, de forma natural si son ya unos cuantos cursos, que algunos de los contenidos que debemos lograr que se asienten en los cerebros de nuestros jóvenes oyentes son catalogados por éstos como difíciles. ¿El análisis de la oración compuesta? Difícil. ¿Las leyes de Newton? Difícil. ¿La guerra de la Independencia? ¿El uso de should? ¿Los límites de funciones? ¿Comentarios de texto? ¿La perspectiva cónica? Todo esto y mucho más puede llevar la etiqueta de la dificultad.
Independientemente de lo acertado de dicha consideración, una cierta dosis de dificultad no tiene nada de malo, sobre todo si quien se enfrenta a ella la considera como un reto al que enfrentarse, de la misma manera que un buen alpinista se motiva ante un ascenso especialmente complicado. Por desgracia hay algunos que, cuando se encuentran con algo aparentemente difícil (porque habría que ver si realmente lo es), creen -o así nos lo hacen saber- que es demasiado difícil. Y en el demasiado es donde se escudan, porque entonces la dificultad se torna insuperable y no merece la pena ni tan siquiera intentarlo. He aquí una de las causas del abandono de los estudios (no es la única, no se me malinterprete) en una etapa tan temprana como la Secundaria Obligatoria.
¿Por qué algunos alumnos, por lo demás perfectamente pertrechados para afrontar con éxito el curso consideran que las cosas son demasiado difíciles? En muchos casos se trata, lisa y llanamente, de miedo. Que conste que esto no me lo invento yo, pues ya el mismísimo Séneca apuntaba que “no nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”, en una suerte de pescadilla que se muerde la cola. Tenía razón el filósofo, y creo que todos hemos sentido más de una vez cómo el miedo a no saber, o a no poder hacer algo nos impide lograrlo: qué fácil es saltar una longitud de un par de metros siempre y cuando no suponga hacerlo sobre el abismo. Cuando las sombras del miedo están detrás de unos malos resultados se hace necesario que el educador ponga la luz necesaria para anularlas, que para eso está (entre otras cosas).
Sin embargo, en demasiadas ocasiones tras la pretendida excesiva dificultad se oculta no el miedo sino, y dicho sea esto sin ningún ánimo de ofender, una escasa disposición a invertir la energía indispensable para lograr los objetivos propuestos. Me parece que no he sido claro; quería decir vagancia. En este caso no valen las excusas: quien de veras piense que aprender tiene que requerir el mismo desgaste neuronal que jugar a la Play o seguir las vicisitudes de los habitantes de la casa del Gran Hermano no sólo está totalmente errado, sino que además lo tiene crudo. Nadie en su sano juicio puede creer en serio que se puede conseguir algo, lo que sea, sin poner un mínimo de esfuerzo. Salvo que haya tenido una educación (entiéndase tan noble palabra en su sentido más profundo) tan poco exigente como... vaya, como la que han recibido algunos. Y me van a perdonar, pero que cada palo aguante su vela.
A veces comento a mis alumnos que tiempo atrás aprendieron algo realmente difícil y que no viene previsto en nuestra herencia genética, a diferencia de nuestra facultad de hablar. Todos ellos, poco después de arrinconar los pañales se dispusieron con auténtico entusiasmo a aprender a leer y a escribir. Sin ánimo de sentar cátedra estoy totalmente convencido de que no es tarea fácil. Mal que bien, todos lo consiguieron. Aunque, está claro, era otra época. No sé si por aquel entonces tenían algún miedo. Puede que sí, pero desde luego no a saber, y cuanto más mejor. Pero lo que sí puedo asegurar, sin temor a equivocarme, es que jamás conocí un vago de cuatro años.
(Este desvarío ha sido publicado en Merindad y en El_escéptico_digital).
Independientemente de lo acertado de dicha consideración, una cierta dosis de dificultad no tiene nada de malo, sobre todo si quien se enfrenta a ella la considera como un reto al que enfrentarse, de la misma manera que un buen alpinista se motiva ante un ascenso especialmente complicado. Por desgracia hay algunos que, cuando se encuentran con algo aparentemente difícil (porque habría que ver si realmente lo es), creen -o así nos lo hacen saber- que es demasiado difícil. Y en el demasiado es donde se escudan, porque entonces la dificultad se torna insuperable y no merece la pena ni tan siquiera intentarlo. He aquí una de las causas del abandono de los estudios (no es la única, no se me malinterprete) en una etapa tan temprana como la Secundaria Obligatoria.
¿Por qué algunos alumnos, por lo demás perfectamente pertrechados para afrontar con éxito el curso consideran que las cosas son demasiado difíciles? En muchos casos se trata, lisa y llanamente, de miedo. Que conste que esto no me lo invento yo, pues ya el mismísimo Séneca apuntaba que “no nos atrevemos a muchas cosas porque son difíciles, pero son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas”, en una suerte de pescadilla que se muerde la cola. Tenía razón el filósofo, y creo que todos hemos sentido más de una vez cómo el miedo a no saber, o a no poder hacer algo nos impide lograrlo: qué fácil es saltar una longitud de un par de metros siempre y cuando no suponga hacerlo sobre el abismo. Cuando las sombras del miedo están detrás de unos malos resultados se hace necesario que el educador ponga la luz necesaria para anularlas, que para eso está (entre otras cosas).
Sin embargo, en demasiadas ocasiones tras la pretendida excesiva dificultad se oculta no el miedo sino, y dicho sea esto sin ningún ánimo de ofender, una escasa disposición a invertir la energía indispensable para lograr los objetivos propuestos. Me parece que no he sido claro; quería decir vagancia. En este caso no valen las excusas: quien de veras piense que aprender tiene que requerir el mismo desgaste neuronal que jugar a la Play o seguir las vicisitudes de los habitantes de la casa del Gran Hermano no sólo está totalmente errado, sino que además lo tiene crudo. Nadie en su sano juicio puede creer en serio que se puede conseguir algo, lo que sea, sin poner un mínimo de esfuerzo. Salvo que haya tenido una educación (entiéndase tan noble palabra en su sentido más profundo) tan poco exigente como... vaya, como la que han recibido algunos. Y me van a perdonar, pero que cada palo aguante su vela.
A veces comento a mis alumnos que tiempo atrás aprendieron algo realmente difícil y que no viene previsto en nuestra herencia genética, a diferencia de nuestra facultad de hablar. Todos ellos, poco después de arrinconar los pañales se dispusieron con auténtico entusiasmo a aprender a leer y a escribir. Sin ánimo de sentar cátedra estoy totalmente convencido de que no es tarea fácil. Mal que bien, todos lo consiguieron. Aunque, está claro, era otra época. No sé si por aquel entonces tenían algún miedo. Puede que sí, pero desde luego no a saber, y cuanto más mejor. Pero lo que sí puedo asegurar, sin temor a equivocarme, es que jamás conocí un vago de cuatro años.
(Este desvarío ha sido publicado en Merindad y en El_escéptico_digital).
miércoles, 3 de febrero de 2010
¿Cuáles son los órganos...?
Leído en uno de mis exámenes:
-¿Cuáles son los órganos excretores del ser humano?
-El pene y la boca. El pene expulsa agua con sustancias disueltas, la boca gases que no necesitamos.
-¿Cuáles son los órganos excretores del ser humano?
-El pene y la boca. El pene expulsa agua con sustancias disueltas, la boca gases que no necesitamos.
martes, 2 de febrero de 2010
Agua hirviendo a temperatura ambiente
Un efecto muy llamativo de reducir la presión a la que está un líquido es que este comienza a hervir a una temperatura más baja de lo habitual, si por habitual entendemos su temperatura de ebullición a la presión atmosférica normal. Todo el mundo sabe, por ejemplo, que el agua hierve a 100 grados centígrados, pero a esta afirmación le falta la coletilla "a la presión de una atmósfera". En el vídeo, con una sencilla bomba de vacío se consigue que el agua hierva a temperatura ambiente, y en muy pocos segundos. No se pierdan el detalle en que el experimentador coloca las manos sobre el recipiente cuando ya ha comenzado la ebullición, mostrando que el agua no quema.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)