
“¿Quién sabe? Puede que un día la ciencia descubra…” Esta reflexión puede parecer acertada, pero lo cierto es que no siempre lo es. No tanto por las limitaciones de la ciencia, que las tiene, sino por la naturaleza de lo que pueda venir tras los puntos suspensivos. La frase hace referencia a la probabilidad: “puede”. Lo que sucede es que, en algunos casos, podemos confiar en que así será, en que la ciencia tarde o temprano resolverá determinada cuestión, mientras que en otros la probabilidad se acerca mucho a cero o incluso se transforma irrevocablemente en imposibilidad.
Desde luego, no hay forma de saber lo que se va a descubrir en el futuro, sobre todo si lo que se tiene en mente son descubrimientos de tal calado que alcanzan la categoría de revolución científica: antes de Einstein, nadie sospechaba que el universo pudiera comportarse como predice su teoría de la relatividad. Sin embargo, si atendemos al estado actual de la ciencia, podemos suponer que se van a producir avances –importantes, me atrevo a añadir- en campos tan dispares como física de partículas, genética, nanotecnología, o en la comprensión de la historia evolutiva de nuestra especie aunque, claro está, desconozcamos cuáles van a ser esos avances. Por desgracia, me temo que otras cuestiones a las que muchos técnicos y científicos dedican sus esfuerzos no van a darnos muchas alegrías, principalmente por motivos económicos y políticos, si es que no son los mismos; estoy pensando en el calentamiento global.
Por el contrario, hay asuntos que la ciencia no aborda, ya que se apoyan en el absurdo. Podríamos decir que son intentos de llegar a territorios situados al norte del Polo Norte. Es imposible que un día la ciencia permita alcanzar una temperatura más baja que el cero absoluto, o que se descubra un elemento químico entre el carbono y el nitrógeno. Quien plantee la construcción de una máquina de movimiento perpetuo estará haciendo patente su profundo desconocimiento de las inexorables leyes de la termodinámica.
Sin embargo, existen ciertos “campos del saber” aparentemente (pero solo aparentemente) intermedios entre los anteriores, que pueden dar lugar a confusiones, sobre todo si uno no está lo suficientemente informado. No son territorios al norte del Polo Norte, pero… Lo cierto es que la comunidad científica no se los plantea seriamente. Algunos de ellos porque, tras años de investigaciones, jamás se han podido no ya probar, sino siquiera mantener dudas sobre su existencia. Las capacidades paranormales pertenecerían a esta categoría: percepción extrasensorial, telepatía, precognición… El fenómeno ovni, interpretado como una manifestación asociada a la inteligencia extraterrestre también debe incluirse en esta categoría.
Finalmente, otros pretendidos conocimientos no es que no reciban la atención de la ciencia, sino que ésta ha probado contundentemente lo absurdo de sus planteamientos. Es el caso de la “teoría de la Tierra plana” (no es broma), a la que unos iluminados dedican sus desvelos. O la astrología, que pretende que los movimientos de los planetas, el Sol y la Luna a través de las constelaciones zodiacales rigen nuestros destinos, o la grafología, que relaciona la escritura con el carácter, el equilibrio mental, el tipo de inteligencia e incluso con el estado de salud de quien escribe. O...
Puede que un día la ciencia descubra… Quizá, siempre y cuando “eso” esté ahí.