"No olvides que la ciencia nos proporciona una forma de pensar racional, que modifica nuestro mundo a pasos agigantados y que, además, es bella". Ciencia para Nicolás
lunes, 28 de junio de 2010
La isla del día de antes
El GPS (Global Positioning System) se ha hecho muy popular gracias a la importante ayuda que presta para esos viajes que hacemos por carreteras desconocidas, relegando a los mapas de papel a un rol mucho más secundario que el que tenían hasta hace bien poco.
Sin embargo, donde el GPS da el do de pecho es en la navegación marítima, territorio sin caminos trazados. Basta un vistazo a la pantallita del navegador para conocer con muchísima exactitud las coordenadas en que se encuentra el barco.
Como sabéis, las coordenadas miden el ángulo hasta el ecuador (latitud) y hasta el meridiano cero (longitud). En la época de las grandes exploraciones había que currárselo. Averiguar la latitud no era muy complicado cuando el cielo estaba despejado. Se medía el ángulo a la Estrella Polar en el hemisferio norte, o a un grupo de estrellas llamado Cruz del Sur al otro lado del ecuador. (También se puede ver el ángulo que forma el camino del sol con el horizonte al amanecer o al atardecer: 90º en el ecuador, 70º a 20º de latitud...)
El problema aparecía al tratar de determinar la longitud: en este caso la astronomía no ayuda tanto; el cielo es el mismo en todo un paralelo. Para averiguar la longitud es necesario controlar el tiempo. Me explico: si la Tierra gira sobre sí misma en 24 horas, y en el lugar donde uno se encuentra es mediodía una hora más tarde que en Londres (que está en el meridiano cero), entonces estamos a 1/24 de circunferencia hacia poniente. 360º dividido entre 24 significa meridiano 15º oeste (sería este si el mediodía llegara antes que en el meridiano cero). ¿Dónde está el problema? En que durante mucho tiempo la exactitud de los relojes dejaba mucho que desear.
En torno a la apasionante aventura de determinar la posición exacta de islas y costas en el ancho mundo, el genial Umberto Eco escribió La isla del día de antes, sobre la historia de un náufrago que se encuentra a la deriva una nave vacía. Literatura de alto nivel con estupendas salpicaduras de divulgación. Atreveos, que la buena lectura da muchas satisfacciones.
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A este respecto es muy recomendable el libro de divulgación Longitude de Dava Sobel. Cuenta la historia del relojero John Harrison y de sus relojes, buscando alcanzar la precisión necesaria en ellos para resolver el problema de la determinación de la longitud en la navegación de su tiempo.
ResponderEliminarMuchas gracias, Sus, por tu recomendación. No conozco el libro, así que habrá que buscarlo.
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